En mis manos, tus claves que guardo, cual valioso
tesoro, y que hoy veía, hoy, tengo carta, ¡ ay pena!
de tu muerte me decía por el mal más
odioso
del que, yo bien sabía, ¡llórote!, vate a valía.
Tierno sueño que llega, de tu primera lección
a nos, cabellos canos , con didáctico
fervor.
¿Silencio? , ni el aire oía yo, todos
piedra
callada, ¡rimabas! tú , por ti,
respeto, emoción.
Cálidamente fuese, viene mi melancolía
ganó nuestro cariño día a día, con su
currelo
con las claves, que leía, su gloria ganaría.
Dámoste las gracias, y nuestro mayor
consuelo,
sería que nuestras voces oigas
conjuntamente
¡compañeros¡, tal será, lograste tu anhelo.
Te oí en tu tesis doctoral y con
premio, excelente
educadora, labor, labor y humanista
mimosa, en la clase y fuera sonriente.
Notable al externo, “insigne hispanista”
e hispalense, dijeron por su luz y
brillante
análisis, sobre un poema modernista.
Elegiste “Caracol”, Rubén Darío,
vibrante
con la métrica que tú, clara, lúcida, docta,
en una anterior lección nos diste
claramente.
Sueño, dicha, y bien vi que bajo el
dintel
puerta abierta, íbamos y todos en
demasía,
venía de la Carlos III, en honrar con
aula, a
CORONADA PICHARDO NIÑO DE POESÍA .
Rafael
Chica de la Rubia
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