Antonio Rodríguez de las Heras, In Memoriam
Published
on 14/07/2020
La profesora Luz Neira glosa la figura de Antonio
Rodríguez de las Heras, Catedrático emérito del Departamento de Humanidades:
Historia, Geografía y Arte, fallecido recientemente a causa del COVID19.
Antonio
Rodríguez de las Heras nos dejó el pasado jueves 4 de junio, cuando tenía
muchas vivencias personales que disfrutar y proyectos profesionales que
realizar. Desde aquel día un auténtico clamor de dolor por su fallecimiento y,
al tiempo, un sinfín de entrañables muestras de admiración y sentido cariño hacia
su persona por parte de quienes tuvimos la inmensa fortuna de conocerlo inunda
las líneas telefónicas, los correos electrónicos, los mensajes de WhatsApp, los
medios de comunicación tradicionales y las redes. Aun con la incredulidad sobre
su marcha, no hemos podido expresar en persona ese sentimiento de pena y
tremenda tristeza por la pérdida del maestro y amigo a su queridísima Nani y a
sus hijos Teresa, Lucas y Clara, a toda su querida familia, no hemos podido
abrazarnos ni recordar juntos su bonhomía. Paradojas de la vida, las redes en
las que, como en tantos aspectos fue pionero, han servido de vehículo al pesar
que invade a quién ha conocido y tratado a Antonio y a la merecida alabanza de
su magisterio y extraordinaria personalidad.
Catedrático
Emérito de Historia Contemporánea en el Departamento de Humanidades: Historia,
Geografía y Arte de nuestra Universidad, el profesor Antonio Rodríguez de las
Heras había iniciado su trayectoria académica en la Université de Pau, en la
Sorbonne y en la Universidad de Extremadura, con cuyos colegas seguía
manteniendo una estrecha vinculación profesional y personal con lazos de afecto
mutuo. Prueba de ello fue su nombramiento como Doctor Honoris causa por la UEX
en el año 2018, una jornada de reconocimiento y completa felicidad, pues el
acto congregó a su gran familia, a los amigos de su fructífera etapa en
Extremadura y a los colegas de las dos universidades a las que había dedicado
su actividad académica. En aquel emotivo acto muchos fuimos testigos de la
profunda huella que Antonio había dejado en Extremadura y el inmenso cariño que
le seguían profesando aun casi 30 años después sus compañeros y amigos, tal y
como han mostrado estos días en las redes.
En
1991, tras obtener el prestigioso Premio Fundesco de Ensayo con su emblemático
libro “Navegar por la información”, asumió el reto ilusionante de diseñar y
planificar las Humanidades en la recién fundada Universidad Carlos III de
Madrid, primero con el objetivo de incorporar enseñanzas humanísticas en todas
las licenciaturas para lograr así una formación completa y transdisciplinar que
pretendía ahondar en la reflexión y el pensamiento. En 1995 vendría la
realización del Plan de Estudios de la licenciatura en Humanidades, unas
Humanidades de nuestro tiempo, contribuyendo algunos años después también a la
configuración de los estudios de Periodismo. No en vano sus inicios, siendo muy
joven, habían transcurrido en la prensa escrita, realizando entrevistas a
personas del ámbito cultural para ABC. Una época de la que con gran cariño
contaba anécdotas fascinantes.
En
aquellos primeros años en la Universidad Carlos III fundó el Instituto de
Cultura y Tecnología, espacio para la investigación, reflexión y discusión
intelectual en el que, según su perspectiva transdisciplinar, tienen cabida las
actividades de un nutrido equipo de profesores, historiadores de todas las
etapas de la historia, historiadores del arte, de Estética, Filosofía,
Literatura, Periodismo, Comunicación, Derecho e Ingenierías. La concepción del
Instituto refleja hasta qué punto Antonio Rodríguez de las Heras creía ya desde
el principio de los años noventa en la conjunción de las Humanidades y la
Tecnología, porque, lejos de la división insalvable en esa época entre
materias, era un hombre de Letras y un hombre de Ciencias, sin duda por la
influencia que en su formación tuvo el hecho de que su padre fuera muchos años
Director del Laboratorio Oceanográfico de Vigo, ciudad en la que nació.
Sobre
este perfil inusitado ya en los ochenta, él mismo recordaba cómo siendo
profesor en Cáceres fue el primero en poseer y utilizar un ordenador que, lejos
de los portátiles y tablets de hoy en día, era en realidad una auténtica
máquina de grandes dimensiones que ocupaba todo el despacho, como si fuera el
laboratorio de un profesor de Ciencias experimentales. Más allá de la anécdota,
un rasgo que da idea del curriculum profesional de Antonio Rodríguez de las
Heras es el hecho de que tenía varias patentes, algo inusual en un Catedrático
de Humanidades, del que solo fuimos conscientes los miembros del ICyT al
elaborar una memoria para la captación de financiación del mismo. Ante la
sorpresa de los profesores que estábamos recopilando los CV y las actividades
para formular la solicitud, Antonio con su característica sencillez casi se
sonrojó al confirmarnos aquel número de patentes que para los de “Letras” solo
poseían los investigadores dedicados a las ramas de Ciencias.
En
el Departamento de Humanidades Antonio fue integrando en el equipo destinado a
impartir las materias del Plan de estudios diseñado por él a quienes nos
incorporamos a la Carlos III en los años noventa y en el Instituto de Cultura y
Tecnología a todos los que comenzamos a participar en proyectos novedosos como
la Historia Interactiva de la Humanidad, el proyecto Kairos, ADA-Madrid y
muchos otros más, donde muchos escuchamos por primera vez y pusimos en práctica
conceptos como la información plegada, el sistema hipermedia, la interfaz y
tantos otros. Además del reto que suponía poner en marcha aquella licenciatura
en Humanidades y/o participar en proyectos tan poco convencionales que tenían
como esencia la transferencia y la difusión de las investigaciones entre la
ciudadanía en la ya denominada sociedad del conocimiento a través de sistemas y
plataformas tecnológicas, el profesor Rodríguez de las Heras era un auténtico
anfitrión en el sentido literal del término griego, escuchándonos y
prestándonos, a cada uno de nosotros, una atención que, con independencia del
rango académico, siempre te hacía sentir especial.
De
su cercanía y naturalidad dio prueba de nuevo en su fructífera etapa como
Decano de la FHCD. Al dejar el decanato, todavía recordamos el homenaje
espontáneo que profesores de todos los departamentos y estudiantes de
Humanidades, Periodismo y Biblioteconomía y Documentación le brindamos en el
edificio 14.
Sus
investigaciones han sido difundidas en publicaciones científicas, Seminarios,
Congresos y conferencias en universidades, centros de investigación y otros
foros académicos de todo el mundo, también en medios de comunicación escritos y
digitales. Interesado por los grandes temas que afectaron y afectan a la
humanidad desde los orígenes al tiempo presente – es preciso no olvidar que fue
profesor también de Prehistoria en la UEX -, Antonio Rodríguez de las Heras se
sentía atraído por los orígenes del género Homo, la evolución, la avidez de
conocimientos de la especie humana que primó sobre el riesgo en el proceso de
poblamiento del planeta, los descubrimientos tecnológicos, los muros, el viaje,
la navegación, las grandes catástrofes, tema al que aludía en su último
artículo publicado a mediados de marzo. Fue pionero al iniciar tres líneas de
investigación enfocadas desde la transdisciplinariedad, sello de sus trabajos,
como fueron el análisis del discurso, la fotografía como fuente de memoria, la
transformación del mundo analógico en digital y su relación con la cultura, que
se plasmaron, entre otros, en Metáforas de la sociedad digital (2015) y La red
es un bosque (2017).
Del
mismo modo que conjugaba en su persona el interés por las Humanidades y la
Tecnología, estrechamente ligada a sus investigaciones y la difusión de las
mismas la docencia era fundamental en la actividad académica de Antonio, a la
que prestaba la máxima importancia sin reparar en dedicación personalizada,
atendiendo a cada estudiante con el mayor respeto y exquisita consideración. De
su análisis siempre certero, sus reflexiones, su tono mesurado, su magisterio
en definitiva han sido receptores y beneficiarios decenas de promociones de
licenciaturas y grados en Humanidades y Periodismo, de másteres como el de
Medea, Gestión Cultural, Herencia Cultural, Teoría y Crítica de la Cultura,
Creación Teatral e Innovación Educativa en la UC3M, así como de otros muchos de
universidades españolas y extranjeras, y de MOOCs.
A
su inteligencia y lucidez, se suma en Antonio el don de la palabra, con lúcidas
metáforas que en las aulas, reuniones, seminarios y foros de diverso tipo tanto
en un escenario presencial como en el mundo virtual siempre cautivaban a sus
estudiantes e interlocutores, desde los más jóvenes a los de mayor experiencia.
Quisiera
a este respecto mencionar su papel decisivo en el inicio de los Cursos para
Mayores, ahora denominados UC3M Senior, cuando en 1995 al comenzar la
licenciatura en Humanidades tres personas adultas, vecinas de Getafe, se
dirigieron a él como responsable de las materias humanísticas para solicitar
asistir a las aulas dedicadas solo a los jóvenes. Dada su sensibilidad y su
firme convicción sobre la democratización y acceso del conocimiento a la
ciudadanía fue el primer profesor que impulsó la organización primero de los
Cursos de Aula de Educación Permanente, a los que se sumarían posteriormente
Universidad para Mayores, Cursos Monográficos de Especialización, Cultura y otros
Seminarios. En todos ellos ha participado desde
entonces con gran entusiasmo y dedicación, siendo alabada también por todos
nuestros estudiantes Senior no solo su excelencia académica, sino también la
consideración, la claridad en la exposición y la sencillez, características del
maestro.
Con
su marcha, perdemos su magisterio, sin que él pretendiera nunca imponerlo, ya
que su auctoritas procedía del reconocimiento que le profesamos quienes tuvimos
la fortuna de conocerlo y tratar con él – perdemos su perspectiva, perdemos el
influjo de sus palabras, su saber estar en la vida y perdemos su orientación,
sus certeros consejos y su entrañable amistad, la de un hombre bueno.
La
sabiduría, como se presupone en el sabio concentrado en sus investigaciones y
experimentos, no alejó sin embargo al maestro de las cuestiones cotidianas que
afectan a la familia, los amigos, los compañeros, los discípulos y los
estudiantes. Para todos tenía cariño, amabilidad, tiempo y atención especial.
En
ocasiones solo la pérdida nos hace valorar en su justa medida al familiar, el
profesor, el compañero, el amigo que hemos perdido. No es el caso. Como único
consuelo a quienes tuvimos la inmensa fortuna de conocer y tratar a Antonio
Rodríguez de las Heras nos queda el hecho de haber sido conscientes todos estos
años del privilegio que suponía contar con Antonio, una persona excepcional,
entre nosotros.
Creador
de una gran escuela de discípulos que en la actualidad desarrollan su actividad
en diferentes instituciones académicas de España, Europa, América y Asia, y de
los que siempre se sintió profundamente orgulloso, la Universidad Carlos III
debiera velar por mantener vivo el legado de Antonio Rodríguez de las Heras.
Antonio,
te vamos a echar muchísimo de menos. Buen viaje, Maestro.
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