La costa Amalfitana, bañada por las cristalinas aguas del mar Tirreno, es un paraíso de la belleza.
Su capital y gran ciudad es Nápoles, ciudad en la que reinó un monarca madrileño, Carlos III (Carlos VII en Nápoles), que dejó en ella impronta de su estancia regia.
Carlos III fue también el rey que mandó iniciar las
excavaciones de Pompeya, la ciudad enterrada por el Vesubio.
Sorrento, preciosa ciudad que empecé a conocer en una
recordada canción napolitana.
Amalfi, pueblo marinero por excelencia.
Grutas maravillosas, Pertosa.
Impresionantes Cartujas, Padula.
Islas de ensueño, Capri, la isla que eligieron los emperadores
Augusto y Tiberio para el descanso y residencia respectivamente.
Que decir del majestuoso y temido Vesubio, al que sin duda
recordamos por el daño causado a las ciudades de Herculano y Pompeya en el
primer siglo de nuestra era. Desde su “tranquilidad” actual (sigue vivo)
su cráter impresiona por el gigantesco tamaño ante el que sucumbiría cualquier
ciudad.
Un viaje de ensueño que no deberíamos perdernos. Quizá su peor enemigo sea precisamente el turismo
Asociado:
Mariano
López-Covarrubias
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