Érase una vez
un bosque lleno de colores, un bosque ante el cual te sientes afortunado
de poder estar contemplándole, no es fácil tener la suerte de verle en todo su
esplendor, verdes, ocres, rojizo o dorado, amarillos. Una variedad de colores
con los que la naturaleza nos premia.
Pero El parque
Nacional de Ordesa y Monte Perdido, no es sólo eso, es mucho más. Es montaña
inmensa cincelada por mano desconocida que le dio formas caprichosas y en la
que Rolando dejó marcada para siempre con su espada. Es montaña que se pierde
ante tus ojos y que al paso de las nubes toman formas tenebrosas que parecen
tener vida. Es un cañón que se pierde en el infinito con formas caprichosas que
divide la montaña en dos. Son ríos llenos de vida, cascadas con formas y
alturas caprichosas que te mantienen fijo en ellas sin que el tiempo parezca
tener importancia.
Incrustado en
un rincón de los Pirineos, el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido,
declarado “Patrimonio de la Humanidad” en 1997 , es uno de los lugares más
bellos de esta querida península en la que nos ha tocado vivir, nuestra
península Ibérica.
Mariano
López-Covarrubias
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